Esta actitud provoca que la pareja se sienta mal, que crea que todas las cosas y/o problemas del hogar son su culpa y entonces hace que no haya equilibrio en el matrimonio y que uno este sobre el otro, lo que Dios no aprueba, lo peor es que esto provoca que el que toma esta actitud no reconozca sus fallas.
Una de las misiones más importantes en el matrimonio, es que cada uno debe encargarse de levantar la autoestima de su cónyuge, animarle, apoyarle, servirle incondicionalmente. Solo de esa manera podemos esperar una reacción positiva de él (ella) para acercarse a Dios y decidir cambiar los hábitos negativos. No importa quién tiene la razón, si la quiere imponer con soberbia, de nada nos sirve, porque entonces destruimos a la misma vez el propósito de la razón que es siempre edificarnos unos a los otros y apoyarnos en nuestras debilidades los unos a los otros.